¡No era una noche cualquiera!: La Luna, había vuelto a aparecer como siempre en su privilegiado puesto en lo alto del cielo. Las nubes, que durante más de cinco semanas, habían convertido a mi ciudad en un gigantesco palacio abovedado de colores grises, rojos, morados o anaranjados según el ánimo de su pintor; Se habían ido de una vez por todas. El Sol - tantos días escondido -, descansaba en lo más mullido del ocaso, mecido por las mismas nubes, que muy poco tiempo antes tan sólo le habían servido de prisión. ¡Y las estrellas !, ¡ qué decir de las estrellas !¡ ...desprendían tanta luz... !.
Estaba a punto y sin saberlo, de adentrarme en una de las noches más mágicas, encantadoras, hechiceras, misteriosas, oscuras y largas de todo el año y de toda mi vida. La noche a la que todo mundo conoce como: ¡ La noche de los difuntos!.
Eran las siete y media más o menos de la tarde. Mi estómago emitía tantos sonidos, que me daba la sensación de estar en medio de un corro de gatos. Mi cabeza, ¡que casi me dolía por el hambre!,ya no podía pensar en otra cosa que no fuese en llenarlo; Y yo, confabulado siempre y en todo momento con mi cabeza y con mi estómago, comencé a recorrer las calles en busca de algún lugar en donde darles, tanto a la una como al otro, lo que fuese necesario con tal de que me dejasen en paz.
Lo bueno que tiene el que tengas mucha hambre es, que te vale cualquier cosa con tal de que se pueda masticar y tenga un poco de sabor; no le haces ascos a nada, y lo mismo te valen unas patatas que un trozo de pan. Aunque bueno, en una noche tan especial como aquella... ¡Hombre!, lo suyo era buscar algún lugar en el que aparte de cenar, te pudieras sentir agusto.
Tras pasar por la puerta de al menos unos veinte restaurantes, tascas y tabernas de todos los tipos, colores y olores,- uno-, me llamó especialmente la atención. No era como los demás. En su pizarra de menús no había escritro más que una sóla cosa. ¡Pida lo que quiera y nosotros ya veremos si se lo podemos preparar!.
¿Curioso verdad?. A mi por lo menos me lo pareció. Tal vez a la gente de aquel barrio le resultaba de lo más normal, pues estaba seguro de que estarían cansados de verlo,- pero a mi-, a mi me resultó de lo más emocionante y atrevido, con lo que sin dudarlo ni un sólo instante, me adentré en aquella especie de fonda antigua a la espera de ser atendido por algún camarero no menos peculiar que su listado de menús.
...Y aquí empezó todo!.
Villasumil de Ancares
La influencia de la luna
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