Cuentan las malas lenguas que sólo era un Llionés petulante, engreido y fantasmón, capaz de inventarse cualquier historia con el único propósito de presumir delante de sus amigos. Cuentan también los que dicen que le conocían, que no pasaba de ser más que un soñador atrevido, con una imaginación desbordante, aunque atolondrada.
Decían además las lenguas de la envidia,- pues así es como deberían de llamarse-, que a la vuelta de cualquiera de sus viajes, se dejaba ver por la plaza del pueblo más hinchado que un pavo real en celo.
Vamos, que si se les hiciera caso a todos aquellos que le querían
"TAN BIEN", se podria pensar que era un ser ruín y despreciable.
Y desde luego que no había nada que se hayase más lejos de la realidad!.
Sus amigos, que no tenían la necesidad de hablar de él, sino con él; Le querían y le respetaban y siempre se mostraban ansiosos de que les contara su última aventura. Y, como si de un cuento de los hermanos GRIMM se tratara, permanecían atentos a todos sus relatos absortos ante cualquiera de sus movimientos o ademanes.
Nadie sabe como lo conseguía, cual era el truco que utilizaba para tenerlos tan atrapados o tan boquiabiertos, ni cuanto habría de real en sus relatos o cuanto se estaría inventando. En el fondo, lo que realmente era importane es que cada historia que salía de su boca superaba a la anterior. Y ésta que estaba a punto de contarles, sería sin duda la más real y extraordinaria de todas.
La historia de el Llionés y la princesa Lleidiana. 1ª parte.
Villasumil de Ancares
La influencia de la luna
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